Familia, Maternidad

Mi vida entre pañales: Lo que nadie te dice

Y ahí estaba…El día mas esperado de mi vida, mis cambios y síntomas tenían nombre, se llamaban BEBÉ. Para mí, esas 8 letras de la palabra POSITIVO han sido las más lindas y emocionantes que leí jamás, tanto que lloré. Mi hijo fue anhelado, buscado y esperado y la ilusión por mi embarazo llegó al instante, no cabíamos en la ropa, la familia estaba contenta y mi esposo cantaba en todos lados: “¡Ya voy a ser papá, ya voy a ser papá!”. Un bebé en la mayoría de los casos es motivo de felicidad, celebración y alegría. Y así lo vivimos, la felicidad, la ilusión, todo eso estaba, la asignación de roles en la familia fue al instante y el futuro era más claro, ya me imaginaba a mi hijo o hija, me veía cuidándolo y amándolo, podría decirse que flotaba. 

Pero luego de varias semanas, así de repente, se coló en mí un sentimiento del que nadie te habla y mucho menos te dice que viene acompañado de culpa, esto también tenía nombre, era MIEDO A SER MAMÁ: “¿Y ahora qué?”, pensaba. “Ahora hay un ser que depende de mí, si no hace mucho la que era cuidada era yo”, “Todo cambiará”, me repetía. Había todo un torbellino en esta cabeza y lo admito, soy miedosa empedernida, pero esto era algo más, estaba aterrada y lo que sentía no me gustaba, no se sentía bien: ¿Qué me pasa?, ¿Por qué me siento así?, ¿Será que no quiero a mi hijo?, ¡Aún mi hijo no nace y ya soy mala madre!.

Necesitaba hablar con alguien, pero no con la familia ¿Qué iban a pensar?, si yo misma me juzgaba. Llegué a hablar con una o quizás dos mujeres que ya eran madres y con las que me sentía en confianza de confesarles lo que me pasaba, pero eso no ayudó, más bien parecían no comprender, no sé, quizás no les pasó lo mismo y no pudieron darme las palabras de aliento y calma que necesitaba escuchar. En ese momento no hubo cura, seguía con mi miedo al miedo.

Y un día, me fui a dormir con todo y miedo, con todo y culpa y esa misma noche soñé con mi hijo, parecía de algunos dos o tres años, entrábamos a un cementerio, alguien o algo sería enterrado, es lo único que recuerdo. Un sueño perturbador para una mujer embarazada, soñar con su hijo en un lugar que representa tristeza y dolor, pero en mi caso fue todo lo contrario, porque a la mañana siguiente el miedo por convertirme en madre se había ido y nunca volvió. Al parecer Dios, el Universo o como quieras llamarle me dijo que no había porque temer, porque el regalo que recibiría era más grande que el miedo que sentía.

Parece fantasioso, parece mito, pero así pasó, mi hijo y yo enterramos el miedo y no voy a decir que no lo he vuelto a sentir, pues creo que es una característica de las madres, nos da miedo que se enfermen o que algo les pase, es nuestro instinto, es lo que nos hace protectoras, pero el terror por tenerlo no volvió, ni volverá y la forma en que se marchó fue la primera afirmación y muestra de la fuerza y poder que te da la maternidad.

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