Replantearse la vida
A veces es necesario parar, decirle a la prisa que lleva esta vida “Dame un segundo, necesito estar conmigo”, porque el querer tener, el poseer y el querer lograr, puede hacer que nos olvidemos de nosotros mismos.
Yo me encuentro en ese preciso momento; hasta hace poco iba con mucha prisa, tanta que continuaba en el mismo lugar. Pero un día normal, una voz hizo tanto ruido que tuve que detenerme a escucharla; ella me preguntó: “¿Eres verdaderamente feliz? ¿Acaso te gusta quién eres?”. Yo con mucha tristeza, pero realmente convencida, le dije que no y ella sin pensarlo un solo segundo me dijo: “Pues ¿Qué esperas? ¡Suelta!”. Y sus palabras me dieron tanto alivio que sentí como iba dejando el peso que había llevado por mucho tiempo.
No había caído en cuenta de que tenía y tengo opciones y de que la esclavitud no existe más allá de mi mente. Me había condenado a sueños y situaciones que no eran para mí; reconocí que me había olvidado completamente de lo que soy, para pasar a ser alguien que no me gusta, alguien a quien no conozco; entendí que puedo ser luz y no sombra y que puedo cambiar el rumbo de las cosas y de mi vida.
Esa voz, mi conciencia, me dijo que nuestro paso por el mundo es tan corto para estar donde no se quiere estar, hacer lo que no se quiere hacer, ser quien no quieres ser y que se vale replantearse la vida, tantas veces como sea necesario.
Aquí voy, ligera de equipaje. Puedo decir que me conozco verdaderamente y que ya estoy lista para seguir en el camino. Camino no necesariamente corto y fácil, pero el que tomaré sabiéndome yo, queriéndome más y gustándome más, así imperfecta.
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