Qué bueno que existe la libertad de expresión, que bueno que decir lo que pienso y siento, siempre y cuando esté dentro del marco de la verdad, sea un derecho humano ¡Qué bueno, me alegro!
Me alegro de que hoy pueda dar mi opinión libremente sobre cualquier tema. Pero he notado que este derecho está sumamente desvirtuado por muchos y esto es casi palpable en las redes sociales, pues bajo el alegato de “esa es mi opinión”, muchos “comentaristas” disparan ofensas, críticas e insultos sin ton ni son. Sé que esto no es nuevo, al menos en este país la gente da consejos que no le piden (hasta yo lo he hecho), pero casi siempre bajo buena fe. El problema es que ha habido una proliferación de “opinólogos” malintencionados en línea, que emiten un palabrerío que quizás no se atreverían a decir cara a cara. ¿Lo peor? Son “expertos” en todo, saben de psicología y todas sus ramas, imagen personal, política, cocina, moda, fitness, deporte, religión y hasta medicina. Sus opiniones pocas veces vienen acompañadas de buena intención, pero si de improperios. Sus consejos no solicitados, obviamente, son dados con muy poco tacto y todo basado en su experiencia personal, gustos y preferencias.
Con estas actitudes, el irrespeto y la poca educación se ponen en evidencia, pero además, la poca paciencia, la envidia y la intolerancia a que otro piense distinto, lo que me hace preguntarme si es que vamos de mal en peor, o es que simplemente tenemos más acceso a algo que siempre ha existido. Me pregunto también ¿En que momento los demás asumieron el derecho de opinar con descortesía en nuestros espacios?
Desde que empezamos a exponernos en las redes sociales, estas han tenido una casilla para comentarios, pero esto no quiere decir que debamos hacer uso de ella sin anteponer la ética, la moral y sobre todo el respeto.
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