Una carta a mi maternidad
Tuve que rectificar. Iba a empezar escribiendo que ser madre es uno de mis trabajos más importantes, pero la verdad es que ser madre es mi trabajo MÁS importante. Tener que poner en alerta todos mis sentidos, repartir mi energía, tiempo y espacio en mi día y en mi cerebro para mantener con vida a los dos seres que nacieron de mi, no es poca cosa. Y a mi, que llevo 13 años desde que con mucho anhelo me convertí en madre, aún me entran los nervios cuando me detengo a pensar en la enorme responsabilidad que tengo. Pero aún así, con todo y sus variados matices, la maternidad trae sus recompensas y todo cobra sentido.
Ser madre me ha hecho sentir las más profundas emociones. He experimentado las mayores alegrías, muchas horas de risas y de momentos que se sienten como magia, pero también he sentido terror, cuando alguno de mis hijos se perdió por un microsegundo en el supermercado o cuando tuve que correr a emergencias a tratar una fiebre que no bajaba.
Siendo madre muchas veces he tenido que cerrar y limitar mi círculo, para proteger a los míos y protegerme a mi, pero también he deseado más compañía, brazos extra y sentirme menos sola.
Me he encontrado preguntándome constantemente si lo estoy haciendo bien. Me he dado palmaditas de felicitación en el hombro y otras he estado cabizbaja, porque he metido la pata muy hondo.
Ser madre es lidiar con la actitud adolescente de mi hijo y otras abrirle los brazos cuando busca mi calor antes de dormir.
Es verlos buscándome dentro del público en la velada del colegio, mientras yo agito los brazos y hago movimientos locos, para asegurarme de que me vean y sepan que estoy muy feliz de estar ahí por ellos.
Siendo madre me he visto con el extraño deseo repentino de tomar un cohete a la luna para escapar de la realidad, pero también me he quedado despierta viéndolos dormir y en ocasiones no he parado de hablar de ellos, cuando se quedan donde la abuela y puedo tener un tiempo para mi.
Siendo madre he trabajado en ser una versión distinta a la de mis padres y muchas otras tantas me he escuchado hablando y actuando exactamente como ellos. Unas veces rechazándolo y otras aceptándolo.
Intento aprender todos los días, de mis errores, de mis tropiezos y de mis propios hijos. Intento de honrar cada día, con mi mayor esfuerzo, la tarea que se me ha encomendado.
Soy consciente de que la maternidad no es un cuento de hadas, pero también puede ser vivida de una forma muy hermosa. Es saber que puede ser de colores brillantes y otras grises. La maternidad no es lineal, es muchas veces estar abajo y muchas estar arriba, es ser niño otra vez y otras afrontar los mayores retos. Es difícil, es retadora, es satisfactoria y vuelvo y digo, hermosa.
Sheila ❤️
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